Maite Bengoa Tejería, presidenta de la Euskal Etxea Haize Hegoa de Montevideo (Uruguay)
Maite Bengoa Tejería, presidenta de la Euskal Etxea Haize Hegoa de Montevideo (Uruguay) desde 2009, es una de esas mujeres que no solo lideran, sino que también construyen comunidad. Con una larga trayectoria en la institución, ha sido pieza clave en el fortalecimiento del papel de las mujeres dentro del espacio vasco en la diáspora. En esta entrevista, comparte su visión sobre el liderazgo, la igualdad y el valor de la participación femenina en la vida colectiva.
Entrevista a Maite
¿Desde cuándo la Euskal Etxea cuenta con una mujer en cargos de responsabilidad como la presidencia o vicepresidencia? ¿Cómo ha influido esto en el papel que han jugado y juegan actualmente las mujeres dentro de la entidad, especialmente en lo relativo a la toma de decisiones y la gestión?
Desde su fundación, hace ya 36 años, la Euskal Etxea Haize Hegoa ha contado con una notable presencia de mujeres en su comisión directiva. Históricamente, han ocupado cargos clave como la vicepresidencia, la secretaría, la tesorería y otras funciones de responsabilidad.
Desde el año 2009 ejerzo la presidencia, y si bien no podemos hablar de una paridad formal, lo cierto es que actualmente somos más mujeres que hombres en la comisión directiva.
Las decisiones se toman de manera consensuada, lo que implica un esfuerzo constante de diálogo y comunicación, más que de jerarquías. Además, la mayoría de las actividades que se impulsan —desde la danza, la gastronomía y los deportes hasta la divulgación cultural— están lideradas por mujeres. No solo gestionan proyectos, sino que marcan el ritmo y el sentido de la Euskal Etxea.
A partir de que tu Euskal Etxea ha contado con una mujer en cargos de responsabilidad, ¿se han desarrollado programas, planes de trabajo o actuaciones específicas que hayan incorporado la igualdad de género, y de qué manera esto contribuye actualmente a la promoción de los valores de igualdad?
Nuestra meta siempre ha sido que la juventud se empodere, crezca dentro de la institución, se anime a impulsar sus propios proyectos y disfrute del entramado comunitario que construimos día a día.
Cualquier iniciativa, independientemente del género de quien la proponga, recibe el mismo apoyo y entusiasmo. Como mencioné antes, muchas de las actividades están gestionadas por mujeres que han presentado sus proyectos, los cuales han sido respaldados tanto económicamente como mediante el trabajo comunitario.
La participación es intergeneracional: las niñas, los niños, jóvenes y personas mayores conviven en un espacio de respeto mutuo y colaboración. Esto ha contribuido a consolidar una comunidad abierta, plural e igualitaria.
¿Qué retos o desafíos enfrenta la Euskal Etxea en términos de igualdad? ¿Cómo se prevé abordar estos desafíos y las oportunidades que se presenten en el futuro?
El principal reto es sostener nuestras políticas de igualdad y de respeto hacia todas las personas que trabajan o desean formar parte de la institución. Otro gran desafío es favorecer una mayor incorporación de jóvenes los espacios de decisión y en la comisión directiva. Queremos que sean ellas y ellos quienes tomen el relevo y continúen con nuestros principios de estudio y difusión de la cultura vasca.
Nuestra meta siempre ha sido que la juventud se empodere, crezca dentro de la institución, se anime a impulsar sus propios proyectos y disfrute del entramado comunitario que construimos día a día.
¿La clave para lograrlo? Escuchar todas las voces y mantener la firme convicción de que, más allá del género, la edad, la raza o las creencias, todas las personas tienen algo valioso que aportar.

¿Qué te gustaría decirles a otras mujeres que, como tú, construyen comunidad en las Euskal Etxeak?
Soy plenamente consciente de que, en muchas Euskal Etxeak ,son sobre todo las mujeres quienes sostienen el trabajo diario. Y, con permiso por lo poético, también el motor que las impulsa. Quiero animar a esas mujeres a que ocupen también lugares de decisión. A que cuestionen estatutos y estructuras que aún arrastran inercias patriarcales, donde solo se reconocía a las mujeres como colaboradoras, esposas de, o damas de compañía.
En aquellos Centros Vascos donde todavía no se escuchan todas las voces ni cuentan sus votos, les animaría a insistir, a apoyarse en organismos superiores y a denunciar cuando sea necesario. En la mayoría de los países la discriminación no está permitida, aunque a veces siga escondida entre líneas. Pero la alegría de ver nuestras ideas materializadas, de crecer en experiencia y de fortalecer una comunidad que sentimos como propia, vale todos los esfuerzos. Eso sí, solo si también nos sentimos escuchadas, valoradas y reconocidas por quienes nos rodean.