
Milagros Ibarbia, presidenta de Haraneko Euskal Etxea de Trelew (Argentina)
Milagros Ibarbia, presidenta de Haraneko Euskal Etxea de Trelew (Argentina), lidera desde 2023 una institución con más de tres décadas de historia y un presente marcado por la transformación y la participación activa. En un espacio donde las funciones tradicionalmente asignadas a las mujeres han dado pasado a la asunción de roles estratégicos por parte de personas diversas, su liderazgo da continuidad a un proceso iniciado por otras referentes que abrieron camino. En esta entrevista, comparte su recorrido, los desafíos enfrentados y cómo, desde una gestión con mirada de género, se construye una Euskal Etxea más igualitaria, inclusiva y profundamente comunitaria.
Entrevista a Milagros
¿Desde cuándo la Euskal Etxea cuenta con una mujer en cargos de responsabilidad como la presidencia o vicepresidencia? ¿Cómo ha influido esto en el papel que han jugado y juegan actualmente las mujeres dentro de la entidad, especialmente en lo relativo a la toma de decisiones y la gestión?
El Centro Vasco del Noreste del Chubut, Haraneko Euskal Etxea, cuenta ya con 31 años de trayectoria. Desde sus comienzos, las mujeres han sido parte activa de la vida institucional, aunque durante mucho tiempo su participación estuvo mayormente vinculada a la organización de eventos y a tareas tradicionalmente consideradas “de apoyo”. Sin embargo, es a partir de 1996 cuando comenzaron a asumir la vicepresidencia de la Euskal Etxeak por parte de Laura Ercoreca de Hompanera (1996), Eve Libertad Moya de Arredondo (2000), Ana Beatriz Arroqui (2004) y María Aurora Allo (2008).
Paralelamente, la Subcomisión de Damas —activa hasta 2005— tuvo un rol fundamental en la organización de eventos sociales, campañas solidarias y acciones de recaudación de fondos.
El verdadero punto de inflexión llegó en 2021, cuando por primera vez una mujer asumió la presidencia de la institución: Natalia Suárez Caminoa. Ese mismo año, además, se alcanzó una composición paritaria, con un 50 % de participación de mujeres en los cargos de decisión de la Comisión Directiva. En 2023, asumí la presidencia, en un acto simbólico que incluyó la entrega del Lehendakariaren makila o Bastón de Mando, recogiendo el legado de otra mujer y dando continuidad al camino abierto. Actualmente, el 75 % de los cargos de decisión están ocupados por mujeres.
Este proceso implicó mucho más que ocupar nuevos espacios: significó una transformación profunda en los roles que históricamente se nos habían asignado dentro de la Euskal Etxea. De tareas asociadas al ámbito doméstico —como cocinar, limpiar, ordenar o confeccionar trajes típicos— pasamos a liderar proyectos, gestionar recursos, establecer vínculos institucionales, buscar financiamiento y comunicar nuestras acciones a la comunidad.
Hoy, en Haraneko Euskal Etxea, la igualdad es un valor tangible y cotidiano. Se refleja en la manera en que tomamos decisiones, en cómo diseñamos y llevamos adelante los proyectos, y en los vínculos que construimos. La participación ya no está determinada por el género, sino por el compromiso y el deseo genuino de aportar a nuestra comunidad.
A partir de que tu Euskal Etxea ha contado con una mujer en cargos de responsabilidad, ¿se han desarrollado programas, planes de trabajo o actuaciones específicas que hayan incorporado la igualdad de género, y de qué manera esto contribuye actualmente a la promoción de los valores de igualdad?
Desde que las mujeres comenzamos a ocupar cargos de responsabilidad en Haraneko Euskal Etxea, apostamos por que la igualdad de género no quede solo en las palabras, sino que se traduzca en acciones concretas y cotidianas. Aunque muchas veces parecen pequeños cambios, somos plenamente conscientes de que la distribución desigual de las tareas domésticas y de cuidado sigue siendo una barrera para la participación real de las mujeres. Por eso, modificamos el horario de las reuniones de Comisión Directiva y sumamos actividades culturales en paralelo para las niñas y los niños permitiendo que las mujeres puedan participar acompañadas de sus hijas e hijos. Son medidas sencillas, pero que reflejan nuestro compromiso con la igualdad efectiva dentro de la institución.
También impulsamos transformaciones estructurales, como la incorporación, en la Reforma del Estatuto, de un principio fundamental: la total prescindencia política, racial y religiosa, junto con la prohibición de cualquier forma de discriminación por razón de género u otras condiciones. Esta decisión fue clave para construir una institución más abierta, plural e inclusiva.
Durante muchos años, las mujeres llevaron adelante tareas imprescindibles para la vida y continuidad de la Euskal Etxea, aunque muchas veces sin el reconocimiento que merecían. En homenaje a ese aporte invaluable, desde 2022 entregamos anualmente un lauburu —símbolo de la identidad vasca— en el marco del Día del Euskera, reconociendo a quienes se destacan en la gestión de Haraneko Euskal Etxea. Estas distinciones han sido otorgadas a mujeres que, con su trabajo voluntario y compromiso, sostienen y fortalecen nuestra casa vasca: Graciela Ercoreca (vicepresidenta), Tesoro Arroqui (fundadora), Andrea Criado (conductora del programa radial) y María Esquiroz (tesorera), entre otras.
Otro eje clave de nuestra gestión ha sido visibilizar a mujeres que durante mucho tiempo permanecieron en la sombra. En nuestro programa radial Euskal Berria, que se emite por LU20 Radio Chubut, incorporamos voces femeninas diversas: académicas, escritoras, actrices, dirigentes de otras Euskal Etxea y especialistas en áreas como el euskera, la gastronomía, las danzas, el turismo y la genealogía. También entrevistamos a mujeres con trayectoria institucional como la expresidenta de FEVA y la exdelegada del Gobierno Vasco. A su vez, abordamos temas vinculados al género, como la memoria de las brujas del País Vasco, la represión franquista sobre las mujeres vascas y el rescate histórico de figuras como Juana Azurduy y Macacha Güemes.
Desde mi perspectiva, el liderazgo de mujeres con mirada de género implica construir procesos más abiertos, horizontales, inclusivos y colaborativos. En nuestra institución, impulsamos una Jornada Participativa de planificación que reunió a personas socias, docentes, artistas y personas interesadas en la cultura vasca para pensar colectivamente los desafíos de la Euskal Etxea y diseñar propuestas concretas. También ha cambiado la manera en que nos vinculamos hacia adentro: hoy se valoran más el trabajo en equipo, los liderazgos compartidos, el respeto por los tiempos personales y los cuidados mutuos.
La incorporación de mujeres en roles de decisión no fue solo un cambio de nombres, fue el comienzo de una transformación profunda. No se trata solo de ocupar un lugar, sino de cambiar las reglas del juego para que más personas puedan sentirse parte.
¿Qué retos o desafíos enfrenta la Euskal Etxea en términos de igualdad? ¿Cómo se prevé abordar estos desafíos y las oportunidades que se presenten en el futuro?
El desafío que tenemos por delante es doble: por un lado, sostener y proteger todo lo que hemos logrado, cuidar esos espacios que tanto esfuerzo nos llevó abrirlos. Y, por otro, estar atentas y atentos a los nuevos ámbitos en los que todavía falta avanzar, porque constantemente surgen proyectos o áreas donde podemos seguir ampliando y fortaleciendo la participación de las mujeres.
Además, como institución que no solo preserva la cultura vasca, sino que también asume un compromiso activo con la comunidad local, no descartamos la posibilidad de impulsar en el futuro iniciativas específicas para mujeres. Proyectos de formación laboral, talleres o espacios de contención que promuevan la autonomía económica y emocional son algunas de las propuestas que podríamos desarrollar, en articulación con otras organizaciones que ya vienen trabajando en la temática de género.
¿Qué te gustaría decirles a otras mujeres que, como tú, construyen comunidad en las Euskal Etxeak?
Quiero decirles que vale la pena. Que, aunque el camino no siempre sea fácil, cuando lo transitamos juntas, se vuelve posible. En nuestra casa vasca, Haraneko Euskal Etxea, el proceso de incorporar mujeres en espacios de decisión no fue sencillo. Recuerdo bien que desde el momento en que acompañamos la candidatura de Natalia Suárez Caminoa como presidenta, se abrió una etapa muy dura: surgieron resistencias internas, descalificaciones, agresiones… incluso una denuncia. Fue un tiempo de mucho desgaste, tanto personal como colectivo.
Pero lo que nos sostuvo fue la red de mujeres que supimos tejer. La sororidad se transformó en una fuerza concreta, palpable. Pienso en el apoyo de Arantxa Anitua, integrante de FEVA, y de Edith Terenzi, Senadora Nacional por Chubut. Pienso también en tantas otras compañeras del Centro Vasco que estuvieron ahí: escuchándonos, validando nuestras experiencias, aconsejándonos, sosteniéndonos cuando sentíamos que no dábamos más. Mientras todavía resuena ese viejo estereotipo de que las mujeres competimos entre nosotras, la realidad demuestra otra cosa: somos capaces de trabajar en equipo, de construir redes sólidas de apoyo y avanzar en comunidad, no en competencia, sino desde la colaboración.
Fue gracias a ese apoyo mutuo que pudimos presentar una lista y avanzar hacia un modelo de institución más democrático, más saludable. Y hoy, con la perspectiva que da el tiempo, podemos decir con convicción: valió la pena.
También quiero ser clara en algo: en ese momento no hubo ningún programa estatal al que pudiéramos recurrir. Visibilizar estas problemáticas es importante, pero no alcanza. Es urgente avanzar hacia mecanismos reales de protección, con protocolos efectivos y consecuencias concretas para quienes ejercen violencia. Nos dolió ver cómo personas que actuaron con violencia no solo continuaron participando, sino que incluso fundaron nuevos Centros Vascos u otras organizaciones culturales, reproduciendo las mismas prácticas. Es necesario que existan herramientas institucionales que, de forma clara y firme, les cierren la puerta a los violentos.
A las mujeres que hoy están construyendo comunidad en las Euskal Etxeak, quiero decirles: no están solas. Participar es una forma de transformar, de involucrarse desde lo pequeño, que se vuelve grande cuando es colectivo. Formar parte de un proyecto común nos arraiga, nos fortalece, nos empodera.
Hoy somos presidentas porque otras mujeres, antes que nosotras, se animaron a dar el paso, a abrir caminos. Y nosotras estamos acá para seguir abriendo esas puertas, para que muchas más también puedan atravesarlas.