Lesbianas y gays: Personas no heterosexuales cuyos principales intereses emocionales, psicológicos, sociales y sexuales se dirigen a otras personas del mismo sexo o género, aunque no estén abiertamente expresados. Esos intereses no tienen por qué estar ligados entre sí ni tener la misma fuerza en todas las personas. Integra a aquellas que, por contexto histórico, se definen como ‘homosexuales’ más que como ‘gays’ y a aquellas otras que, por opción política, se autodesignan ‘maricas’ o ‘bolleras’ como una forma de reivindicar los insultos que la sociedad vierte habitualmente sobre ellas.
Trans: Este término paraguas subraya la diversidad de las vivencias de las personas que exceden las normas sobre lo que se prescribe como propio de mujeres y hombres, que evidencian la rigidez del sistema binario de géneros en el que vivimos (Platero, 2014). Se refiere a personas transexuales, transgénero, travestis, con identidades de género cambiantes, fluidas y creativas, que han puesto en cuestión el género asignado de nacimiento, con independencia de que haya accedido a procesos de hormonación o a una operación de reasignación de género.
Bisexuales: Personas que sienten atracción romántica o sexual hacia personas de su mismo género y hacia otros géneros. A lo largo de su historia, la palabra ‘bisexualidad’ ha tenido diversas acepciones. Al principio, nombraba la atracción hacia hombres y mujeres, pero este binarismo tan pronunciado obviaba que la realidad es más diversa. Por eso, en los años 90 se empieza a utilizar la palabra ‘pansexual’ en referencia a la atracción romántica o sexual hacia personas de cualquier sexo o identidad de género. El término ha ido modificándose a través de las reflexiones de las propias personas bisexuales, que han roto con esa mirada binaria. Así, hoy en día, ‘bisexual’ y ‘pansexual’ pueden entenderse como sinónimos.
Intersexuales: Personas que nacen con un sexo ambiguo que no es fácil de categorizar como femenino o masculino poniendo, así, en cuestión el binarismo de sexos. Nuestra sociedad—cisheteropatriarcal— exige que mostremos un único sexo verdadero con su género correspondiente —macho/masculino; hembra/femenino— y una sexualidad ajustada a la norma natural de la heterosexualidad (Gregori, 2015). La existencia de personas intersexuales demuestra que, en el plano biológico, existe una considerable variedad de sexos y que la división entre masculino y femenino no es tan clara. En términos biológicos se puede afirmar que el sexo es un continuo amplio e infinitamente maleable que sobrepasa las restricciones de las categorías masculino/femenino (Fausto-Sterling, 1993). El ideal es pensar que, al desafiar la norma de los dos sexos, se ha desmantelado la coherencia dos sexos/dos géneros/dos sexualidades (Gregori, 2015). En definitiva, las personas intersexuales convierten en problemática las asignaciones de sexo al nacer y plantean retos de cambio a nuestro sistema sexo-género.